En lo alto de las montañas de Costa Rica, nuestro refugio ofrece un santuario no solo para viajeros cansados, sino también para una deslumbrante variedad de aves visitantes. Hoy, dirigimos nuestros binoculares hacia un invitado bastante inesperado: el Ceraísta Piquigualdo.
Estos nómadas bohemios son un espectáculo común en América del Norte, revoloteando por huertos y jardines, sus cuerpos elegantes y crestas en la cabeza son una vista familiar. Sin embargo, en Costa Rica, el Ceraísta Piquigualdo se convierte en un encuentro raro y preciado.
Un Ceraísta en Movimiento
Los Ceraístas Piquigualdos son viajeros erráticos. A diferencia de nuestras aves residentes que nos honran con su presencia durante todo el año, estos ceraístas realizan migraciones irruptivas. Cada pocos años, impulsados por fuentes de alimento impredecibles, descienden a Centroamérica en grandes bandadas, transformándose de visitantes habituales del patio trasero en avistamientos codiciados por los observadores de aves costarricenses.
Su llegada aquí, generalmente entre enero y mayo, es motivo de celebración. Los observadores de aves acuden en masa (juego de palabras intencionado) para echar un vistazo a estos ceraístas, sus cuerpos elegantes teñidos de castaño en vívido contraste con los verdes esmeralda de nuestro refugio de montaña.
Un Festín para los Sentidos
Los Ceraístas Piquigualdos son un deleite visual. Su plumaje presenta una sinfonía de colores: el castaño mencionado anteriormente compensado por una máscara negra lisa y satinada, un toque de amarillo brillante en la grupa y una punta roja cerosa en algunas plumas de las alas (de ahí su nombre). Coronados con una cresta alegre, tienen un aire distinguido, un toque de exotismo en medio de nuestras aves nativas.
Pero su belleza va más allá de lo visual. Sus llamadas son silbidos agudos «si-si» o un trino zumbante, agregando una melodía encantadora al coro de la montaña.
Bohemios de las Bayas
Estos ceraístas no están aquí por las impresionantes vistas de la montaña. Los motiva una búsqueda singular: las bayas. Su sistema digestivo está especialmente adaptado para soportar grandes cantidades de frutas, y se atiborran de todo, desde las guayabas jugosas hasta las bayas ácidas de las montañas.
Observar una bandada de Ceraístas Piquigualdos descender sobre un árbol frutal es un espectáculo digno de contemplar. Sus movimientos son rápidos y acrobáticos, sus chillidos un parloteo constante mientras vuelan de rama en rama, las puntas de las alas rojas y cerosas brillan como adornos festivos.
Un Tesoro Transeúnte
La presencia del Ceraísta Piquigualdo en nuestro refugio de montaña es un regalo efímero. Pueden quedarse unas semanas, o incluso meses, antes de que el llamado de la naturaleza los impulse hacia adelante. Pero su visita fugaz deja una impresión duradera.
Su llegada es un recordatorio de la interconexión del mundo natural, un testimonio de los viajes extraordinarios que emprenden estos vagabundos emplumados. Y para los afortunados que pueden presenciarlos, es una oportunidad para ser encantado por un toque de belleza bohemia en medio de las montañas de Costa Rica.
Para obtener más información, consulte nuestra guía completa sobre las aves de Costa Rica.
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